Caminar por La Quiaca fue como caminar por cualquier ciudad FRONTERA, demasiado Bolivia para ser Argentina, demasiado Argentina para ser Bolivia.
La ciudad no tiene grandes maravillas pero se siente segura para caminarla y es linda para tomar un helado, para caminar despacio y tranquilo, aun mas para nosotros que tuvimos la suerte de recibir una leve lluvia en pleno verano.
Cuando llegamos a la terminal nos encontramos amigos, porque cuando viajas el mundo es chico y siempre hay reencuentros, nuestro amigo el Indio que nadaba en el lago Titicaca y hacia rituales en la Isla del sol, y mi mamá Gladys Aurora Sarria compartió con ellos su libro, lecturas, compartimos música andina, y para mi que me apunó fácil, unos mates con coca para calmar mi malestar. En el viaje siempre encontras personas que te ayudan y eso contribuye a que creas mas que no todo es acelerado, complejo, competente y riguroso; en verdad mucho es UN VIAJE LARGO, UNA SIESTA, UNA CAMINATA ABAJO DE LA LLUVIA, UN REENCUENTRO, UNA COMIDA SIMPLE CUANDO TENES MUCHA HAMBRE , el resto son las fotos, el trabajo y todo lo demás; pero los humanos antes de ser una organización inmensa de carteles luminosos, sistemas comunicacionales e inmensos pactos comerciales eramos todos forasteros, algunos quietos y otros nomades que respiraban los días, LA VIDA EXISTE IGUAL SIN TODO LO QUE TENES.
Como La Quiaca en nuestro camino, sólo ES DE PASO y seguimos, pero en tanto pasamos, la disfrutamos.
Hicimos unas paradas en el viaje por Jujuy porque Parar y quedarse "mirando una chancla" esta bueno, porque dan vacaciones para que paremos y porque algunas veces tomar un micro no es estrés sino un montón de horas de descanso mirando verde, mirando personas cruzando el borde de la autopista, que pensandolo bien algunas veces vos sos esa persona cruzando la calle mientras otros cruzan en colectivo. Vacas, casas, montañas, bosques, terminales, cielo, mar, silencio, sueño, un poco de música de fondo.